Soria ni te la imaginas
Un halo de poesía parece envolver a la capital, gracias a la voz de escritores como Bécquer o Antonio Machado. Ambos se inspiraron en sus raíces señoriales para crear un universo de leyendas, misterios y caballeros templarios instalados a orillas del Duero. En los últimos tiempos, Soria ha reinventado su envoltorio urbano mediante una serie de guiños de última generación, aunque preservando siempre las raíces de una urbe que ha sabido recoger su patrimonio de siglos para adecuarlo a la modernidad.
VISITA DE LA CIUDAD
Proponemos una invitación a callejear por la ciudad. En escasas 4 horas, el intinerario propuesto, recorre paseos, plazas, callejuelas y rincones.
Iniciamos el recorrido en la calle Caballeros, sede de la Diputación Provincial (23). Construida sobre el palacio de los marqueses de Vadillo, está amparada por una hilera estatuas en bronce que representan a ocho personajes emblemáticos por su relación con la provincia. En la misma acera se halla el palacio de Hacienda, consta de tres pisos y torre esquinada, rematada con bolas al estilo herreriano. A pocos metros de la Diputación se sitúa el palacio de Alcántara, edificio de inspiración barroca, con dos pisos y torre esquinada, cuya construcción finalizó en 1704.
Enfrente de la Diputación, se erige la silueta románica de la iglesia de San Juan de Rabanera una obra del siglo XII que impresiona por su pureza arquitectónica. Reconocida como monumento nacional. En su fábrica resalta la esbeltez del ábside y el retablo realizado por el pintor Baltanás y el escultor Francisco de Ágreda, así como las vistosas influencias orientales que distinguen un recinto cuya portada perteneció antaño a la iglesia de San Nicolás.
En la plaza de San Esteban, se alza el edificio, que en su día fuese sede del Banco de España, inmenso inmueble neoclásico que ocupa el solar donde antes estuvo el palacio de los Vinuesa.
Una de las principales señas de identidad locales es la alameda de Cervantes, conocida popularmente como “La Dehesa”. Se trata de una verde y evocadora zona de paseo, en especial cuando llegado el verano se llena de terrazas que complementan los distintos espacios dedicados a los juegos infantiles. En su centro se encuentra el llamado “árbol de la música”, sustituto del gran olmo desaparecido como consecuencia de la grafiosis que cobijaba, entre sus ramas, un templete para la banda municipal. En el mismo parque de la Dehesa damos con la ermita de la Soledad (3), sencillo recinto que presenta un pórtico con tres arcos de medio punto. Una de sus capillas alberga el Cristo del Humilladero, espléndida talla barroca del siglo XV que se atribuye a Juan de Juni.
A mano derecha aparece el museo Numantino, inaugurado por Alfonso XIII en 1919. Expone colecciones arqueológicas procedentes de toda la provincia.
Hito de la arquitectura castellana, la iglesia de Santo Domingo se considera una de las más bellas muestras del románico en España. Construida en la segunda mitad del siglo XII, la fachada es un auténtico poema visual por la belleza y calidad de su primorosa ornamentación. En ella figuran escenas del Apocalipsis o de la vida de Cristo; y entre la portada y el rosetón, dos estatuas sedentes de Alfonso VIII y doña Leonor de Aquitania. Tan soberbio recinto forma parte de un convento de Clarisas que elaboran exquisitos productos de repostería.
Seguimos hacia la calle del Hospicio, donde se halla el Aula Magna Tirso de Molina. Corresponde al antiguo convento de la Orden de la Merced, en el que vivió y murió Tirso de Molina, el gran dramaturgo del Siglo de Oro. En su honor, y sobre lo que antes fue una iglesia, se ha habilitado una sala dedicada a conciertos y conferencias.
El Instituto Antonio Machado es un recio ejemplo de la arquitectura jesuítica, sólido, enteramente en sillar y despojado de adornos. Estos se concentran en la portada principal, abierta en un lateral de la fachada noroeste y que ofrece una puerta adintelada y moldurada coronada por un frontón triangular partido. El escudo de Carlos III con el toisón de oro completa el conjunto. En el interior, el claustro aún recuerda la distribución de un monasterio y se conserva el aula donde dio clases Machado.
Bajamos por la C/ Aduana Vieja y antes de llegar a la plaza de San Clemente, conocida popular como “El tubo”, nos encontramos con una serie de palacios renacentistas:
Palacio del Vizconde de Eza. Perteneciente al linaje de San Clemente, entre cuyos títulos ostenta el de Vizconde de Eza, fue levantado en el S. XII por una de las familias nobles más influyentes de Soria. En el XIX emparentaron con los Marichalar, a cuyos herederos pertenece. Nacido como Casa Fuerte, es la única de los Doce Linajes que queda en pie. Muy transformada, destaca el escudo del XVIII, y las cadenas bajo el balcón dan fe de que fue alojamiento real: Alfonso XIII pernoctó en ella cuando vino a inaugurar el Museo Numantino
Palacio del Vizconde de Eza. Perteneciente al linaje de San Clemente, entre cuyos títulos ostenta el de Vizconde de Eza, fue levantado en el S. XII por una de las familias nobles más influyentes de Soria. En el XIX emparentaron con los Marichalar, a cuyos herederos pertenece. Nacido como Casa Fuerte, es la única de los Doce Linajes que queda en pie. Muy transformada, destaca el escudo del XVIII, y las cadenas bajo el balcón dan fe de que fue alojamiento real: Alfonso XIII pernoctó en ella cuando vino a inaugurar el Museo Numantino
Seguimos bajando por la Calle Real que nos conduce hasta la Concatedral de San Pedro. El primitivo templo románico se alzó en el siglo XII, aunque hubo de ser redificado a lo largo del siglo XVI. No obstante, aún mantiene elementos románicos como el claustro, una obra maestra que fue declarada monumento nacional en 1929. Máxima atención a sus columnas, decoradas al gusto oriental. La fachada principal, de traza plateresca, se compone de un arco de medio punto y, sobre el dintel de la puerta, preside una imagen de San Pedro. Las tres naves del recinto interior, cubiertas con bóvedas de crucería, se ciñen al estilo gótico, destacando en el retablo mayor el tríptico de la Crucifixión. No menor interés tiene la hermosa sala capitular, a cuyos lados se abren ventanales y un lucillo sepulcral.
Cruzamos el río Duero, a través del viejo puente, para ver una de las imágenes más emblemáticas de Soria: los arcos de San Juan de Duero. Del antiguo convento hospitalario de la Orden de San Juan de Jerusalén pervive una iglesia del siglo XII, que alberga la sección medieval del museo Numantino. Y por supuesto, el sorprendente claustro de arcos entrelazados en el que confluyen los más diversos estilos, configurando uno de los monumentos más originales del románico en España.
De San Polo, antiguo cenobio de caballeros templarios, parte el paseo más célebre de Soria. Poco queda del antiguo monasterio habitado por aquellos monjes guerreros, aunque su magnetismo espiritual parece impregnar el bucólico camino de álamos trazado sobre la margen izquierda del Duero. Rememorando las caminatas que efectuaba don Antonio en sus paseos diarios, alcanzamos finalmente la ermita de San Saturio (20). Aseguran añejas narraciones orales que Saturio donó todas sus riquezas a los pobres y se retiró para hacer vida de ermitaño en la cueva que aún podemos recorrer, pues sirve de tránsito entre el paseo y el templo. Más adelante está la iglesia, construida en el siglo XVIII. Su interior aparece decorado con frescos de Antonio Zapata, que describen la vida y milagros del venerado patrón de Soria.
Para regresar a la ciudad sugerimos cruzar el puente o pasarela y dirigir nuestros pasos por el paseo de San Prudencio y coger allí un camino senderista que finaliza en el Castillo de Soria. Los escasos restos que coronan el Parque del Castillo no permiten imaginar lo que hubo de ser una gran fortaleza, cuyo recinto podía dar cobijo a gran parte de la población. La tradición atribuye al conde Fernán González la construcción de su núcleo más antiguo, siendo Alfonso I de Aragón el responsable del recinto exterior, del S. XII. Durante la Guerra de la Independencia, y tras recuperarlo de manos francesas, el general Durán mandó demolerlo, para evitar que fuera arrebatado nuevamente por las tropas enemigas
Ponemos punto final al recorrido por la capital en la iglesia del Espino cuyo elemento más destacado es la cabecera tardogótica del siglo XVI. Frente al recinto religioso vemos el olmo cantado en sentidos versos por el poeta Machado, mientras que en el cementerio contiguo descansa Leonor, su esposa y musa.
Otros lugares de interés
Ermita del Mirón
Aunque la leyenda le atribuye origen visigodo, en este lugar se levantaba una de las 35 parroquias medievales dedicada a Santa María del Mirón. Asentado en una de las mejores atalayas para contemplar la ciudad, este templo barroco alberga un esbelto Retablo Mayor, en el que destaca la Virgen y su camarín. En la plazoleta, donde se procesionaba en caso de sequía, aún celebra San Isidro la Cofradía de Labradores. En su centro se yergue una columna de estilo churrigueresco con el busto de San Saturio
Iglesia de San Francisco.
El convento pudo ser fundado por Francisco de Asís en 1214. En el XVII, un incendio destruyó casi todo el cenobio, que sería abandonado tras la Desamortización. El templo, en el que se cree fue sepultado el rey mallorquín Jaime IV, alberga un interesante retablo de finales del XVI, obra de Gabriel Pinedo. La única dependencia original es la capilla lateral, con un enterramiento profusamente decorado, que hoy alberga a un Crucificado.
Convento de Santa Clara.
Convento fundado en 1224 con la advocación de Santa Catalina que pronto cambió a Santa Clara. El templo era enorme, casi como una colegiata. El magnifico retablo mayor lo podemos contemplar actualmente en la antigua colegiata de San Pedro. En 1834 pasó a ser cuartel y más tarde sede del Gobierno Militar. Parte de los edificios mantienen esta función mientras que el resto es sede del Instituto de Ciencias de la Salud de Castilla y León y los terrenos circundantes un parque
Iglesia del Salvador.
Edificado en el solar donde fuera levantada una de las humildes iglesias edificadas tras la Reconquista, el moderno templo, hoy en el corazón de la ciudad, fue construido en 1967 como respuesta a la expansión urbanística, y sólo conserva de la primitiva edificación el ábside y las dos capillas de la cabecera. En su interior destaca el Retablo Mayor, obra del escultor Francisco de Ágreda.
A las afueras de la ciudad se localiza el monte de Valonsadero, uno de los lugares de esparcimiento preferidos por los sorianos. En este idílico paraje, poblado por el hombre primitivo hace 4.000 años, se han descubierto más de cincuenta paneles pictográficos con pinturas rupestres que representan, en su gran mayoría, escenas de caza y pastoreo.
Apenas a ocho kilómetros de la capital, aparecen sobre un altozano las ruinas de Numancia, conocida como la “ciudad mártir” por la heroica resistencia que sostuvieron sus habitantes celtíberos ante la invasión de los romanos. Tras derrotar sucesivamente a varios cónsules, Cornelio Escipión estableció un cerco que doblegó por fin a los numantinos en el año 133 a.C. Antes de caer en manos de las legiones enemigas, sus 8.000 pobladores decidieron inmolarse.
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